Recuerdo que en una ocasión me dirigí a una oficina pública a realizar unos trámites. El lugar estaba atestado de gente y a duras penas se podía diferenciar que fila correspondía a cada mostrador de atención. Pidiendo permiso entre la gente logré llegar a una de las pocas personas que estaban atendiendo. Disculpe ¿Me puede decir que fila debo hacer para efectuar este trámite? Le pregunté amablemente. La empleada, abrumada por la enorme cantidad de personas apiñadas en aquel pequeño lugar, el ininterrumpido sonar del teléfono que se mezclaba con el balbuceo de la gente y el reloj que indicaba que la hora de cierre se aproximaba, me contestó de muy mala manera, con gestos y palabras poco profesionales, que esperara mi turno, mirándome como si yo tuviera la culpa de aquel tremendo desorden.
En ese momento me puse a meditar sobre como se pone a prueba nuestro carácter en momentos difíciles y cuan irritables y agresivos podemos llegar a reaccionar frente a la presión.
Lamentablemente este comportamiento no sólo se vive en una oficina frente a completos extraños, donde terminado el trámite y esa incómoda situación, cada uno sigue con su vida; sino que en el hogar las reacciones suelen ser similares sin que se tomen en cuenta el valor y peso de las palabras, siendo las consecuencias mucho más profundas en los seres queridos.
El sistema de vida en el cual vivimos nos lleva a tener que resolver varios problemas al mismo tiempo, algunos más complejos y otros menos importantes pero que no dejan de inquietar. Hoy en día se conjugan un sinfín de obligaciones de diversa índole que recaen sobre el ser interior produciendo estrés, enojo y cansancio. Las responsabilidades propias de trabajo, los inconvenientes escolares de los hijos, las peleas entre cónyuges, las deudas, los vencimientos, la rotura de algún vehículo, el altercado con el empleado, los robos, etc. forman parte de la enorme lista de preocupaciones que a diario invaden el alma y la hacen alterar.
Frente a este cúmulo de situaciones e imprevistos es importante saber dominar nuestro carácter y reacciones a favor de nuestra salud y del bienestar de aquellos que nos rodean.
Si no lo hacemos viviremos una vida llena de nerviosismo, con los músculos del cuerpo tensos, el corazón sofocado, la mente saturada y el espíritu perturbado, es decir, una vida sin paz interior.
“Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.”
Filipenses 4:6
Las Sagradas Escrituras nos enseñan en Filipenses 4:6 : “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús.”
Aquí encontramos la receta para sobreponernos a las tantas presiones a las que estamos expuestos cada día. Yo lo llamo a esto acudir al “Rincón de los alivios”. Este rincón del que hablo es un momento en el día cuando, a solas, doblo mis rodillas ante Dios, y en el nombre de Jesús, me dirijo a Él en oración exponiendo todas las preocupaciones, los problemas, los desafíos y dificultades, y es donde puedo descargar todo aquello que me desborda, fundamentalmente la ansiedad y el temor; al mismo tiempo que agradezco por la vida y las oportunidades de mejorar que cada día me entrega. En ese momento puedo percibir que la paz inunda mi corazón y mi mente y me da nuevas fuerzas para seguir adelante.
Creo que más de uno abandonaría las pastillas para dormir y se olvidaría del estrés si dispusiera de un tiempo para hablar con Dios y encontrar en Él la verdadera ayuda en momentos de presión y crisis. Dios sabe cómo darnos la paciencia, la paz, el amor, y como ponernos una sonrisa en la cara para que en vez de reaccionar con malos gestos y palabras, frente a las presiones podamos manifestar la naturaleza divina que él deposita en los que le creen.
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