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Ap. Víctor Doroschuk

El verdadero templo


Un templo es un edificio destinado al culto religioso y que está consagrado a una divinidad. Los cristianos sabemos de la importancia de congregarnos, de reunirnos como hijos de Dios y hermanos en la fe para orar y adorar a Dios. Pero también sabemos que Dios no habita en templos, pues esa época ya quedó en el pasado.

Gracias a la muerte de Cristo y a su resurrección, Dios estableció un nuevo pacto con los hombres, donde instituyó, entre otras cosas, que nuestro propio cuerpo es el templo de su Espíritu Santo que viene a habitar en el creyente. De ahí que, para los cristianos, las estructuras edilicias son simplemente lugares de reunión, pues el verdadero templo está en el corazón, y es allí donde se deben gestar las oraciones y la adoración.

 

"El verdadero templo está en el corazón, y es allí donde se deben gestar las oraciones y la adoración.."

 

Cuando se acercaba la época de la pascua, Jesús entró en el templo de Jerusalén y vio que habían hecho de él un comercio, pues lejos habían quedado el verdadero sacrificio, la oración y adoración. Fue entonces que tomó un látigo y sacó a los cambistas del templo y dijo: “Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en cuevas de ladrones”. Desde esas palabras muchas personas suponen que en las iglesias no deberían venderse ningún tipo de cosas; ni libros, ni empanadas, ni tortitas, cosa que no es así. Dijimos que ahora el verdadero tempo es nuestro corazón, y es allí donde debemos poner la mirada para observar si existe un genuino culto a Dios. En estas pascuas muchas personas cumplieron con su costumbre de asistir a un recinto, pero su corazón lejos quedó de Cristo, pues inmediatamente finalizada la celebración religiosa, siguieron con la misma rutina de todos los días, y aún más, le dieron rienda suelta al consumismo y al comercio que gira en torno a estos feriados. A Dios le duele que sus hijos se comporten de esta manera.

Para quienes aún no han conocido el perdón de los pecados y la salvación que brindó Jesús, esta época debería ser una oportunidad para pasar de muerte a vida. Pero para los que ya lo hemos hecho, esta Pascua debería servirnos para humillarnos y pedir perdón por todas aquellas cosas que como hijos de Dios no estamos haciendo, o estamos haciendo mal.

En estas fechas celebramos la resurrección de Cristo y que la muerte fue vencida, pero también le pedimos a Dios que nuestra forma de vida sea digna del Señor y de tremendo sacrificio.

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