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Ap. Víctor Doroschuk

LA REPOSERA


En el verano, la reposera o silla de playa cobra un protagonismo único. De todos los colores, materiales y tamaños, este popular elemento brinda una comodidad y funcionalidad única a la hora de descansar y disfrutar de los hermosos lugares que la naturaleza propone. Las horas que las personas pasan sobre ella, brindan una sensación de paz y tranquilidad. Pero muchos logran encontrarse con estos sentimientos únicamente en sus vacaciones, pues el resto del año viven muy agobiados y fatigados por las presiones y los problemas que cada vez son más graves.

Me he dado cuenta que hay muchas reposeras, pero poco reposo. El verdadero descanso del alma proviene de Dios. Jesús dijo “Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar, tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.

Nuestros pensamientos necesitan descanso, nuestros sentimientos claman por reposo. Si bien es cierto que las vacaciones nos brindan una experiencia placentera, lo que nuestras almas necesitan es entrar en el reposo de Dios; que no es una experiencia, sino un estado. La paz que Dios nos brinda no es algo pasajero, ni que dependa de circunstancias externas, es una condición permanente para quienes permanecen en Cristo Jesús.

 

“La paz que Dios nos brinda no es algo pasajero, ni que dependa de circunstancias externas, es una condición permanente para quienes permanecen en Cristo Jesús."

 

Suena paradójico que para encontrar descanso nos tengamos que poner un yugo, atarnos algo sobre nuestros hombros. Pero el yugo del que Jesús nos habla es el de un corazón manso y humilde, que al principio pareciera una carga, pero luego se trasforma en una cómoda reposera para alma. El ser humano corre de un lado para el otro desordenadamente, agotando sus fuerzas hasta desfallecer; pero aquellos que se serenan y se vuelven mansos para escuchar la voz de Dios, detienen su desenfreno y apaciguan sus almas bajo la amorosa mano de su Creador. La humildad nos lleva a reconocer nuestra perdida y deplorable condición, aceptar que somos pecadores y clamar por el auxilio del Salvador. Muchos piensan que sus vidas no tienen arreglo, que deberían nacer de nuevo para comenzar de nuevo, pero lo que es imposible para el hombre es posible para Dios. Cuando reconocemos y confesamos a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas, verdaderamente nacemos de nuevo y nuestras almas entran en el reposo de Dios.

A diferencia de lo que uno cree, un alma en reposo no es aquella que no hace nada, al contrario, cuando entramos en el reposo de Dios nos volvemos más activos para su Reino.

Ven a Cristo, corre hacia tu Salvador, entrégale tus cargas a él y disfrutarás su paz por toda la eternidad.

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