Que importante que es guardar aquellas cosas que consideramos valiosas para nosotros. Parece una obviedad, pero guardamos lo que valoramos y desechamos lo que no sirve. Aunque esto es tan simple y sencillo que hasta un niño lo puede comprender, no siempre lo ponemos en práctica. Guardar y desechar obedece a una decisión basada en un juicio de valor y constituyen acciones que se excluyen mutuamente; si guardamos no desechamos y si desechamos no guardamos. Las personas le otorgan distinto valor a las mismas cosas de acuerdo a la edad, condición socioeconómica, estado de ánimo, hasta incluso al lugar de residencia; de ahí que muchos valoran lo que otros desechan. También, a medida que una persona crece valora más o quizás menos ciertos objetos y bienes que antes.
Pero lo que parece una obviedad no esta tan claro en nuestras vidas, no al menos en la práctica. Si buscamos en los muebles de nuestra casa o quizás en los de la empresa u oficina, notaremos que existen muchos cajones llenos de objetos inservibles, que han dormido en ese lugar por años y que por alguna razón nunca los hemos tirado. También suele suceder que cuando buscamos algo verdaderamente importante no lo encontramos tan rápido como pensamos.
Guardar o no guardar esa es la cuestión. Lo más valioso que una persona puede tener es la fe, ella vale más que el oro y que plata, vale más que la salud o el bienestar. Muchas personas crecieron en un entorno de fe, y cuando eran niños atesoraban esa virtud como algo de muchísimo valor, pero, a medida que crecieron, la fueron descuidando, abandonando y hasta llegaron a desecharla. Jesucristo es el autor y consumador de la fe, por medio de él conocemos a Dios. Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Si no guardamos esta fe seremos como barco sin timón sacudido por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de ideologías y por la astucia de personas que utilizan el engaño para destruir.
Si hay algo que tenemos que guardar en este tiempo es la fe, guardarla para no mezclarla, pero compartirla para no perderla. La mejor forma de guardar la fe es compartiéndola. Si guardas la fe, Dios guardará tu alma de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero..